La tasa de entrada de capital o superávit de la cuenta de capital, es una función creciente del tipo de interés. Cuando el tipo de interés es igual al mundial, i = i, ni hay flujos de capital. Si es más elevado, habrá una entrada de capital e, inversamente, si es más bajo, habrá una salida.
Un incremento de la renta empeora la balanza comercial, y un incremento del tipo de interés aumenta las entradas de capital y mejora, de esta forma, la cuenta de capital.
De ello se deduce que cuando aumenta la renta, un incremento de los tipos de interés podría mantener la balanza de pagos global en equilibrio. El déficit comercial se financiaría con una entrada de capitales.
Esta idea es extraordinariamente importante. Los países se enfrentan frecuentemente al siguiente dilema: la producción interior es baja y quieren aumentarla, pero la balanza de pagos tiene dificultades y no creen estar en condiciones de soportar un déficit aún mayor. Si aumenta el nivel de renta, las exportaciones netas disminuirán a medida que se eleva la demanda interior, teniendo así a empeorar la balanza de pagos que es algo que el país quiere evitar.
La existencia de flujos de capital sensibles al tipo de interés sugiere que podemos llevar a cabo una política económica interior expansiva sin incurrir necesariamente en problemas de balanza de pagos.
Un país puede soportar un incremento de la renta interior y del gasto en importaciones siempre que lo acompañemos de un incremento de los tipos de interés, capaz de provocar una entrada de capital, pero ¿cómo podemos conseguir una expansión de la renta interior al mismo tiempo que se incrementan los tipos de
interés? Utilizando la política fiscal para incrementar la demanda agregada hasta el nivel de pleno empleo y la política monetaria para conseguir la cantidad adecuada de flujos de capital.
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